Chingue su madre el Diablo que yo con la Muerte me entiendo
 
El totochas solía repetir esta frase cada que tenía oportunidad para denotar que no le importaban las consecuencias de algo, quienes le escuchaban le aconsejaban que ya no la dijera porque era una MUY grave falta de respeto a -ese amigo- que se merecía todo el respeto que le fue conferido desde la creación del mundo, pero el totochas más la decía cuando alguien le profería un consejo similar que siempre le eran expresados de buena fe.  
 
Cierto día se le hizo tarde al totochas cuando venía de Tenancingo o de San Simonito de dejar pulque, era ya de noche cuando venía por el camino de la compuerta, venía cargando en la espalda cosas que intercambió, ya venía por el encino, faltaba poco para llegar al pueblo, de repente su carga se hizo un poco más pesada, entonces a la luz de la luna divisó su propia sombra dibujada en el suelo y se percató de que -alguien-  venía encaramado encima de él, la sombra perfilada era como de un ángel con cuernos y cola que lo asustó a un nivel que él pudo soportar como un ligero escarmiento, llegó a casa a acurrucarse aterrado con su familia y desde aquel día nunca más dijo esa frase y le contó a todos los que pudo su historia para que nadie más se arriesgara a injuriar con una frase parecida.